miércoles, 14 de abril de 2021

Zalamera

 No tenía más remedio que ganarse la vida para comer, aun cuando solo fuera por un trozo de pan. No obstante no le quedaba otra alternativa, si quería conseguir unas cuantas moneditas. Al final tenía que ser así y, debía de ponerse su pañuelo a la cabeza, cesta en mano y salir a patear las calles de su preciosa ciudad. Porque ella lo tenía muy claro, que el jornal nadie se lo iba a regalar. Esta hermosa muchacha, de nombre Jacinta, estaba dispuesta a ponerse el mundo por montera y ganarse la confianza de cualquier lector que pasase junto a ella. Por ganas no iba ser, guapura a raudales no iba a faltar. Solo le quedaba que la suerte le acompañara, y las ventas aumentaran.

Aunque el día parecía amanecer triste y melancólico, ella no estaba dispuesta a desfallecer, y con esa altanería de ser la mejor en despachar, cogió su cestita de mimbre y a la calle se echó a vender.
Calle arriba, calle abajo, a lo lejos un gran señor, elegante y con posibles diría yo. Jacinta pensó: «¡Adelante Jacinta!, no se te puede escapar este señor. Que buenos cuartos no le podrá faltar, y ésta humilde servidora se los tiene que sacar».
¡A lo buenos días tenga usted caballero!, le interesa esta novela cortita para entretener.
¡Déjemela ver!, porque antes de comprar, tendré que saber de que es.
El elegante caballero, cogió la novela que le ofreció Jacinta, y no se lo pensó y un vistazo le echó.
No se debe usted ofender señorita, pero demasiado cortita es le contestó el buen hombre.
Como bien sabrá usted señor, una novela es como un buen vino, si bueno es, no tendrá usted mayor placer en leer.
Se nota que es toda una zalamera para vender ─sonriendo picarescamente le contestó.
¡Ay mi buen señor!, zalamera poca descripción es. Si quiero vender, tengo que ser: aduladora, halagadora, mimosa y en ocasiones hasta empalagosa. Pero si quiero comer, así tiene que ser.
¡Está bien, está bien!, con usted está visto que no voy a poder. Dígame cuanto es.
¡Casi nada caballero!, más barato no puede ser. Se lleva una novela corta, que tiene de to, y por menos de los que usted se cree, no conseguirá mejor placer.
Jacinta con su buen arte a la hora de vender, consiguió que aquel hombre la llegara a leer. Porque corta es, seguramente portada se podrá mejorar. Pero... ¡¿Qué placer mundano es el más apreciado, que en exceso no es facilitado?! No tengo ninguna duda, que no encontrará mayor placer, si al final se atreve usted también a leer. Eso sí, si quiere ayudar, no dude en ningún momento en comentar, y... a familia y amigos enseñar.
Autor: Jacinto Benito Martín.
Disponible en Amazón. 
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viernes, 2 de abril de 2021

Pasión de jueves Santo

 La banda de música anuncia la salida del Cristo de la Agonía. Muy lentamente avanza el paso para solventar el portón de la Iglesia de Las Úrsulas. El jefe de paso, guía con maestría a los cofrades de carga. La imagen baila al son de la música. Con tan solo una mirada, se puede apreciar el esfuerzo que hay tras ella. Van avanzando y, en una voz unísona gritan “¡viva el Cristo de la Agonía!”.


Mucha fe a de ser la que procesan a su Cristo, para qué esa carga tan pesada que portan, se trasforme en pasión. Puedo apreciar como algunos llevan desnudos sus pies que rozan con el frío suelo a cada paso que dan. Cientos de personas se aglutinan para presenciar el transcurrir de todos los cofrades de la Hermandad.  Procesan despacio y de forma ordenada por las calles salmantinas. El aroma a incienso es constante e intenso. Solo asoman unos ojos tras el capirote, pero no hace falta ver nada más para ver el orgullo y satisfacción que sienten. Y no es para menos, pues forman parte de una gran hermandad que, inunda toda la ciudad charra de emociones. No tengo ninguna duda, que cada hermano cofrade, va llenando de pasión cada rincón de nuestra tierra, como cada año en semana Santa.


Autor: Jacinto Benito Martín.©©.

La mejor escuela; la vida

 Con aquel último esfuerzo,

lo logré y realicé un sueño.

Con aquel último esfuerzo,

comprendí todo su sacrificio.


Dio significado a cada palabra,

que con su amor me transmitía.

Dio significado a cada sílaba,

que constantemente repetía,

y sin embargo yo no escuchaba.


Cuántos disgustos sufrió,

pero ella nunca me reprochó.

Cuántas veces la criticaba,

pero ella más amor me dio.

Ignorante de mí, que no lo veía.


Pero cuando sentí a mi niño,

la comprendí de inmediato.

La gran mujer que siempre fue,

y como madre es insuperable.


Jacinto Benito Martín ©©


El reloj del bisabuelo